Por René Llapur
¿Cómo elegir un buen abogado para “volar con pocas turbulencias” en un vuelo para llevar a ex cónyuges a un buen destino?
“Si la guerra es la resolución violenta de los conflictos, la paz no es la ausencia de conflicto sino, más bien, la capacidad de resolver conflictos sin violencia.” – C.T. Lawrence Butler
Un abogado tradicional, con mentalidad sólo para litigar, con actitud profesional de “abogado fuerte y cliente débil”, muchas veces tiene un dilema. Ese dilema es, cuando hay mucho dinero en juego, priorizar el litigio o bien aprovechar la posibilidad que brinda la mesa de la mediación, que muchas veces no tiene el “brillo” de un juicio ganado.
Para el mismo caso, otro abogado bien formado y con una actitud diferente, puede aprovechar la etapa de mediación para intentar satisfacer los intereses de su cliente en forma adecuada. Antes de analizar un caso concreto, conviene hacerse algunas preguntas adecuadas:
• ¿Qué necesitan los clientes de sus abogados de parte en mediación?
• ¿Qué formación necesita tener un abogado de parte?
• ¿Cuál es el aporte o creación de valor de un abogado de parte?
• ¿Cuál es el aporte o creación de valor del mediador?
• ¿Cómo gestionar o manejar las emociones en un proceso de mediación donde participan empresarios familiares?
• ¿Qué perdieron y qué ganaron las partes con este proceso?
Si por un instante nos ponemos en el lugar del cliente y comparáramos un proceso adversarial complejo con un vuelo en avión y pensáramos en la responsabilidad de quien nos acompaña en un proceso de abordaje o gestión de conflictos, ¿a quién elegiríamos: a Vicky Xipolitakis o Jorge Newbery?
Veamos los resultados de un caso concreto
Sara, recientemente separada de su marido Eduardo, llega a una consulta con un abogado nuevo y recomendado. Visiblemente angustiada y muy confundida, le dice al abogado: “Quiero vengarme de mi ex marido, por todo lo que él me hizo. La empresa tiene mucha plata. Quiero mi parte y, además, destruirlo a él.” Eduardo es un exitoso empresario gastronómico, mientras que Sara trabaja como profesora de francés.
Un abogado tradicional, con mentalidad sólo para litigar, con actitud de “abogado fuerte y cliente débil”, podría verse tentado de despreciar la mediación y llevar el caso a un proceso litigioso y adversarial, dada la importancia del dinero en juego.
El caso fue desenvolviéndose según lo relatamos a continuación.
Una vez reunidas las partes con sus abogados y con el mediador, tuvieron un tenso primer encuentro de mediación. Las partes y sus abogados plantearon sus posiciones iniciales, en virtud de las cuales un acuerdo parecía bien lejano.
Dilema para abogado de parte sin formación en negociación colaborativa
El abogado de Sara, llamado Juan, luego de analizar los intereses y las necesidades (intangibles) de su clienta, tenía un dilema. El mismo era: ¿convenía a los intereses de Sara seguir adelante con un juicio importante, con perspectiva para el abogado de cobrar muy buenos honorarios o bien convendría aprovechar la oportunidad que brinda el proceso de mediación para intentar llegar a un acuerdo razonable? De esta forma, quizá podrían ahorrar tiempo, costos y evitar un desgaste mayor en la relación entre los ex esposos y padres de dos hijas menores.
¿Cuál fue el aporte o la creación de valor de Juan, su abogado de parte?
Juan, luego de sopesar detenidamente los pros y los contras de ambas posibilidades, sugirió a su clienta Sara que intentara satisfacer sus necesidades a través de la mediación. Esto no sería fácil pero lo podrían intentar.
El abogado Juan entendió las necesidades financieras de Sara: mantener un buen estándar por el resto de su vida, conservar la casa para las niñas, garantizar el colegio privado de las menores, mantener el auto. Además, percibió profundas necesidades emocionales insatisfechas, que el proceso de mediación no puede resolver.
Juan entendió que el proceso de mediación podría ayudar a Sara a gestionar (y ojalá resolver) sus necesidades financieras. Por las necesidades emocionales (el duelo por el fin de una etapa, perdonar a su ex marido), sugirió a su clienta buscar ayuda a través de una terapia psicológica adecuada.
Juan podría haberse colocado en su rol de abogado fuerte (y que toma las decisiones) y así transformar a Sara en una clienta débil. Esa era una gran tentación.
Pero Juan decidió acompañar a Sara de una manera novedosa y adecuada, de acuerdo con lo que percibía como necesario para su nueva clienta. La creación de valor de Juan, como abogado de parte, fue imaginar que, a cambio de la venta de las acciones de Sara a Eduardo, Sara podría obtener un respaldo financiero inmediato que le permitiera sostener sus necesidades actuales (casa, colegio de las niñas, automóvil, etc.) y las futuras (su vejez). Al principio a Sara no le parecía adecuado pero luego de sopesarlo bien, Sara estuvo de acuerdo con ello.
¿Cómo gestionar o manejar las emociones en un proceso de mediación donde participan empresarios familiares?
Dado que algunas veces los clientes quedan muy insatisfechos luego de un proceso judicial, la propuesta de Juan a Sara de sugerir una terapia fue un riesgo que asumió. Fue una manera muy adecuada de delimitar el proceso de negociación colaborativa (mediación), con sus límites, de otras necesidades, que se pueden satisfacer en otros ámbitos (terapia psicológica, etc.)
¿Cuál fue la creación de valor del mediador?
Este proceso de mediación llevo varios meses de negociación. Durante estas audiencias, el rol compasivo del mediador fue imprescindible para hacer participar a las partes y escucharlas hablar sobre sus necesidades, delante de la otra parte, con quienes no tenían buena comunicación.
También fue necesario el rol firme del mediador para que Eduardo y su abogado brindaran toda la información que Sara necesitaba para tomar una decisión informada.
El rol del mediador como agente de la realidad fue necesario para sugerir a Sara a que iniciara una terapia psicológica para sus necesidades emocionales.
Adicionalmente, el rol del mediador como agente de la realidad fue muy importante para hacer ver a las partes las consecuencias (económicas, de distancia entre las partes, de pérdida de tiempo) de un litigio por la valuación de las acciones.
El lugar del mediador como garante del acuerdo fue muy importante, dado que hubo una nueva reunión a los seis meses donde se confirmó que las partes estaban cumpliendo razonablemente bien con todo lo acordado.
¿Qué perdieron y qué ganaron las partes con este proceso?
Como consecuencia de este cambio de paradigma (y de su rol de abogado de parte), las partes llegaron a un acuerdo razonable. En virtud del mismo, Eduardo le compró las acciones a Sara. Así, Eduardo pudo seguir con el control de la sociedad (que tuvo en riesgo de perder en caso de litigio) y no la descapitalizó, además de mantener las fuentes de trabajo. Por su parte, Sara pudo obtener un respaldo financiero muy razonable, pagadero en cuotas. Ese respaldo era necesario para soportar sus erogaciones familiares más urgentes (la casa a su nombre y para el pago del colegio de las hijas menores) y las no urgentes (su vejez).
Resultados al final del proceso
¿Cuál fue la evaluación de Sara de su abogado?
Al final del proceso, Sara quedó muy satisfecha con el rol de su abogado Juan, que supo acompañarla en forma profesional e idónea. Además, pudo hacer una adecuada terapia psicológica que la ayudó muchísimo para tomar una decisión adecuada en forma pronta.
Por su parte, Juan cobró sus honorarios al finalizar el proceso de mediación, mucho antes que en un juicio, que le hubiera tomado por lo menos de 3 a 4 años.
El mediador aportó las preguntas necesarias, la paciencia para no apurar los tiempos de las partes, el compromiso con las partes y la perseverancia para seguir insistiendo.
Finalmente, las hijas, partes invisibles de este acuerdo, quedaron muy bien protegidas con el mismo.
Para vuestra reflexión, en una situacion similiar, ¿A quién elegiría ud. como piloto: Vicky Xipolitakis o a Jorge Newbery? La respuesta la dejo que la dé ud. misma/o.
Pd: Los datos de las partes son ficticios, para preservar la identidad de los protagonistas.