Desde hace varios años a esta fecha, las profesiones vienen siendo cuestionadas por la falta de un verdadero comportamiento en lo concerniente a la actitud que se asume en la práctica en las relaciones profesional-cliente; una de las más criticadas si cabe por decir lo menos, es la profesión de ABOGADO, increpadas con justa razón en algunos casos y elevadas en otros a la categoría de un verdadero apostolado particularmente. Se dice que del abogado hay que tener cuidado, apartarse y desconfiar, pero esas manifestaciones se ha generado justamente porque hemos dado pretexto para que el vulgo, tenga esa lamentable impresión adversa a la que prometimos cuando a voz en cuello manifestamos que llevaremos con orgullo, ética y moral, LA TOGA.
No trato de dar clases de moral, ética o algo parecido a mis queridos y distinguidos colegas Abogados y amigos; simplemente trato de establecer que la JUSTICIA que es la que por la que luchamos, sea labrada con dignidad, altura propias de quienes hemos escogido esta noble profesión. De allí cabe indicar que la justicia no es sinónimo de derecho, peor de una correcta manifestación y actuación de los hombres; simplemente justicia es la convivencia con honestidad, no dañar a otro y dar a cada uno lo que es suyo, disposición de la voluntad humana dirigida al reconocimiento de lo que a cada persona le corresponde. CABANELLAS indica que la JUSTICIA es el “Supremo ideal que consiste en la voluntad firme y constante de dar a cada uno lo suyo, según el pensamiento y casi las palabras de Justiniano: “Constáis el perpetua voluntas jus suum cuique tribuendi”.
Se dice que no existe hombre o mujer que se hallen impedidos de equivocaciones, ya que se señala que el hombre justo no puede hacer mal a nadie, ni a su enemigo, la verdad es que no es permitido al justo hacer el mal, es más que una mentira imprudente, no puede invalidar la buena fe del ciudadano, indica Platón en su obra La República o El Estado.